martes, 16 de abril de 2013

Premio Nobel de Literatura 2010


     No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban
en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí
estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que
el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma –la
escritura y la estructura– lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell,
Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la
ambición son tan importantes en una novela como la destreza estilística y la estrategia
narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un
ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el
curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es
inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada.


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